14 diciembre 2025

ARIADNA MARRERO , en "EL DÍA"-marzo2022
‘Bárbol’, el cedro que ha vivido seis erupciones en el Teide, ha entrado en la historia


Los investigadores del Parque Nacional que hallaron el árbol más viejo de Europa quieren recuperar las poblaciones de esta especie.

José Luis Martín Esquivel, biólogo del Parque Nacional del Teide, recibió en septiembre una llamada de su compañero investigador José Miguel Olano. «Me dijo que me sentara para que no me cayera de la impresión», rememora Esquivel. Aquel cedro remoto y agarrotado que habían encontrado en el hueco de una pared volcánica del Parque Nacional tenía una edad increíble. La investigación determinó que tiene al menos 1.481 años. Es decir, nació en el 541. Faltaban todavía 955 años para que los castellanos conquistaran Tenerife y los guanches ya poblaban la Isla. «Es probable que tenga más años, ya que no es seguro que hayamos llegado al núcleo, dada la geometría del tronco», precisa Esquivel.

     Este ejemplar de Juniperus cedrus, apodado por los investigadores como Bárbol, es el árbol más antiguo de Europa. Se encuentra en la zona sur del Parque Nacional del Teide. El 23 de noviembre de 2021 se publicó en la revista científica Ecology de la Ecological Society of America el estudio que demuestra que Bárbol es el ejemplar más longevo del viejo continente. El análisis fue realizado por un equipo de biólogos del Parque Nacional del Teide, junto con un grupo de investigadores del Instituto Universitario de Gestión Forestal Sostenible de la Universidad de Valladolid y la Universidad Rey Juan Carlos I.
     La investigación, liderada por José Miguel Olano, determinó que Bárbol desbanca al pino popularmente apodado como Adonis de 1.081 años, que se encuentra en Grecia. Los árboles de mayor antigüedad, en su gran mayoría, no son los ejemplares más voluminosos. Por ello, José Luis Esquivel y su equipo comenzaron a investigar la antigüedad de los cedros de dimensiones más pequeñas. El desencadenante de este estudio fue otro cedro del Teide conocido como El Patriarca. A este Juniperus cedrus de más de 1.000 años se le realizó una primera prueba. Se tomó una muestra de 12,5 centímetros y luego otra de la parte central del tronco para datarlo mediante la técnica de Carbono 14. El Patriarca tenía 1.118 años.
     Tras el descubrimiento, Esquivel y el equipo de expertos del Parque pensaron que podía haber más ejemplares de una extraordinaria antigüedad en la cima de Tenerife. Por ello, contactaron con Javier Martín Carvajal, coautor de la investigación y escalador. Le preguntaron si había visto en sus escaladas cedros de las características de El Patriarca. Martín Carvajal apuntó una treintena. Fue en esa búsqueda en la que apareció Bárbol.
     El nombre escogido por el propio Esquivel y el resto del equipo científico procede de un personaje con forma de árbol de El Señor de los Anillos. Esta figura es el guardián de Fangorn, uno de los bosques más antiguos del universo ficticio de la saga. Por esta razón consideraron que era el nombre más adecuado para el ejemplar. Siguieron los mismos pasos que con El Patriarca y descubrieron que era el abuelo de los abuelos de entre estos cedros milenarios. Bárbol, desde su privilegiada atalaya, encaramado a una grieta, ha vivido las últimas seis erupciones volcánicas del Teide: las de los años 1492, 1704, 1706, 1798 y 1909. 

     Es el típico cedro de tronco curvado. Además, tal como afirma José Luis Esquivel, doctor en Biología y funcionario del Gobierno de Canarias con más de 30 años de experiencia, «en algún momento de su larga vida, una piedra cayó sobre él y casi lo parte». De ahí que su estructura esté «más arqueada de lo normal». Su tamaño no pasa de los 7 metros. Es posible que algunas capas internas se hayan descompuesto por el paso de tantos años. Este singular cedro, al igual que El Patriarca, es hembra. Ha vivido en condiciones extremas y encontrarlos es «muy complicado», señala el biólogo del Parque Nacional del Teide, «ya que se encuentran en zonas acantiladas».
     Tras emplear el Carbono 14, los investigadores analizaron el ADN para determinar si en épocas tan remotas había otros cedros como estos. Sí los había en las Cañadas. Con la llegada de los primeros humanos a la Isla -los bereberes comenzaron a llegar a Tenerife en torno al siglo V antes de Cristo-, las poblaciones de estos Juniperus cedrus empezaron a desaparecer. Los guanches utilizaban la madera de los cedros para diferentes usos cotidianos. El peor momento se produjo a partir de la conquista de Tenerife, en 1496. También influyó el pastoreo de las cabras.
     Todos estos datos se empezaron a conocer a partir de la declaración de la cima de la Isla como Parque Nacional en 1954. Ya desde las primeras investigaciones exhaustivas, a los biólogos les llamó la atención la aparición de cedros jóvenes. Tras estudiarlos, determinaron que estos ejemplares, que se encontraban a la mayor altitud, desprendían semillas que se dispersaban por todo el espacio. Estos ejemplares han pasado a estar protegidos y se recuperan lentamente.
     Tras el descubrimiento de la edad de Bárbol, los biólogos del espacio natural han elaborado una estrategia: mediante la migración asistida en la zona de las Cañadas, quieren formar un cinturón de cedros, similar al que había antes de la llegada de los humanos. Tienen previsto comenzar con la repoblación a finales de este año. «Los cedros son termófilos; es decir, pueden soportar un clima con condiciones extremas, con lo que se adaptarían muy bien al entorno», concluye José Luis Esquivel, uno de los pocos privilegiados que ha visto a Bárbol en su recóndita guarida del Teide.

Lo hemos leído aquí

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11 diciembre 2025

ECOECOBLOG MPC (nov.2020)
Shinrin yoku, la práctica japonesa de darse un baño en el bosque

El shinrin-yoku (baño de bosque en japonés) es una práctica que consiste en pasear por el bosque de una forma meditativa y pausada. El concepto está inspirado en el sintoísmo y en el budismo, que veneran los espíritus de la naturaleza y por lo tanto consideran los bosques como el reino de lo divino. En los tiempos que corren, parece que esa necesidad de conectar con la naturaleza se agudiza.

     El shinrin-yoku, además, desde la década de los 80 forma parte de un programa de salud nacional que consiste en conectar con la naturaleza. Se calcula que al menos dos millones y medio de japoneses participan cada año este programa, en el que los guías o terapeutas forestales. A través de estos guías quien participa aprende a dedicar tiempo a experimentar sensaciones, a respirar profundamente, a percibir aromas, a sentir el contacto del aire, a descubrir texturas…
     El lugar donde más estudios se han realizado para analizar los beneficios de esta práctica en la salud es Japón (Yoshifumi Miyazaki es uno de los investigadores más conocidos). Pero no el único. La Universidad de Michigan ha hecho varios descubrimientos, como la Universidad de Stanford o la de Bristol. Tal y como ya comentábamos en nuestro post “Dese un baño en el bosque”, la bibliografía que existe a nivel internacional es amplia y entre las conclusiones que se extrae de ella destaca que:

  • Frente a paseos que podemos dar en la ciudad, esta clase de paseos forestales permiten que los niveles de la hormona del estrés cortisol bajen en un 12,4%.
  • La presión arterial también puede llegar a bajar un 1,4%.
  • En algunos de los estudios realizados (Salud y Estudios de Campo de Chiba University), la incidencia de infartos se redujo en un 5,8%.
  • El contacto con la naturaleza aumenta la actividad en áreas del cerebro vinculadas con la empatía y las emociones.
  • Los baños forestales aumentan el nivel de las llamadas células NK, sigla de natural killers o asesinas naturales, un tipo de glóbulo blanco que permite combatir enfermedades.
  • Estas caminatas pueden tener un efecto reparador en nuestra habilidad para concentrarnos y recordar cosas.
  • Se reduce la ansiedad y la depresión.
     Pero ¿cómo es esto posible? Según estudios científicos los responsables de gran parte de estos beneficios son los aceites naturales llamados fitoncidas; unos aceites que los árboles utilizan para combatir los hongos, bacterias e insectos. La concentración de esta sustancia aumenta en el aire a medida que suben las temperaturas, y desprende unos compuestos orgánicos aromáticos y volátiles, conocidos como terpenos que el ser humano percibe por el olfato.
     Aunque la mejor forma de experimentar lo descrito es acudir a un espacio forestal natural, no hay que olvidar que el contacto con la naturaleza, y los beneficios que de ello se desprende, también puede darse desde el propio centro urbano.
      Por ejemplo, un estudio del investigador Roger Ulrich concluyó que las vistas a un espacio natural desde una ventana pueden ayudar al paciente a recuperarse más rápidamente.
      Dar paseos cortos por el parque durante la hora de comer puede ayudarnos a desconectar del estrés laboral, mientras nos invita a disfrutar de un momento sin prisa. Visitar un jardín botánico con todos los sentidos abiertos puede ser también una buena opción para sentir el pulso de la naturaleza. Por último, participar en un huerto urbano nos permitirá interactuar con una tierra y con unas plantas que tienen mucho que enseñarnos.
     Y dentro del hogar no hay duda que cuidar plantas o incluso crear un jardín vertical pueden contribuir a que alcancemos ese bienestar que buscamos.

Lo hemos leído aquí 

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08 diciembre 2025

De la quina al gin-tonic

El MUNDO DE LA QUININA

Segundo escudo del Perú de 1825

Primer escudo peruano de 1821

Cinchona officinalis


La primera versión del escudo nacional del Perú fue diseñada por el general José de San Martín y aprobada mediante decreto en Pisco el 21 de octubre de 1821. Vemos lo importante que fue el mundo de la quina cuando el 25 de febrero de 1825, Simón Bolívar y el Congreso Constituyente promulgaron una ley que definía nuevos símbolos patrios, estableciéndose un nuevo escudo nacional, similar al que se emplea actualmente, donde figura el árbol patrio de la quina (el mundo vegetal), junto a una vicuña (el mundo animal) y una cornucopia que derrama oro (el mundo mineral). 
     La corteza de quina, también llamada corteza jesuita o corteza peruana, es el nombre histórico del remedio específico para evitar todas las formas de la malaria. Se dio este nombre porque se obtuvo de la corteza de varias especies del género Cinchona, de la familia Rubiaceae, originaria de las regiones orientales de los Andes del Perú, descritas e introducidas por primera vez por sacerdotes Jesuitas haciendo trabajo misional en Perú. Otros términos que refieren a la preparación y su fuente son, "árbol Jesuita", "polvo Jesuita" y "Pulvis Patrum". Es patrimonio natural y símbolo patrio del Perú.
     Los incas conocían las propiedades medicinales de las plantas que crecían en los Andes y en la selva amazónica, entre ellas el árbol que producía la amarga corteza que utilizaban como antipirético (reduce la fiebre), analgésico (alivia el dolor), lupus (enfermedad autoinmunitaria), y para tratar trastornos como calambres musculares y artritis reumatoide. La palabra quechua kina significa corteza, pero esta corteza se conocía asimismo con el nombre de kina-kina, "corteza de cortezas", dando así origen al nombre quinina. Cuando los europeos portaron la malaria a América, los pobladores se dieron cuenta de que una de sus medicinas tradicionales, la quina o corteza del quino, ofrecía alivio a los síntomas de esta enfermedad, de ahí que la quinina se utilizara como antipalúdico, para tratar la malaria. Algunos consideran a la corteza de cheta como nombre originario de la quina, “la más importante planta medicinal de ultramar”.
     El nombre chinchona, así como el nombre científico del género Cinchona, procede de la condesa de Chinchón (esposa de un virrey en Perú, Luis Fernández de Cabrera), quien en 1632 se recuperó de una malaria gracias a esta corteza, lo cual, según la tradición, daría a conocer la quinina en Europa. Debemos apuntar que en España se erradicó la malaria tan solo en el año 1964.
     La forma de la quinina más eficaz en el tratamiento de la malaria fue encontrada por Charles Marie de La Condamine en 1737. La quinina se aisló y fue nombrada en 1820 por los investigadores franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou.
     Antes de 1820, la corteza se secaba primero, se molía en un polvo fino y después se mezclaba en un líquido (comúnmente vino) que era entonces bebido.
     Alrededor de 1870, la empresa de Jacob Schweppe lanzó la primera tónica comercial, agua carbonatada con quinina, consolidando la bebida. En la India colonial británica los soldados mezclaban ginebra, un alcohol relativamente barato, con agua tónica que contenía quinina para hacer el medicamento más apetecible. La adición de limón o lima por sus propiedades antiescorbúticas, añadió un toque cítrico que perdura hasta hoy. La comercialización de agua tónica por parte de empresas como Schweppes, consolidaron la bebida como el popular cóctel que conocemos.
     La tónica, aparte de aportar energía por su contenido en quinina, tiene ciertas propiedades: induce la secreción refleja de las glándulas salivares y gástricas, a la que sigue una vascularización de la mucosa gástrica y cierto grado de actividad de la pared muscular del estómago; de esta forma se refuerza el apetito y la digestión resulta más "rápida y completa", confiriendo a la tónica sus propiedades digestivas.
     El gin tonic se popularizó en la élite británica y se extendió por todo el mundo. Con el tiempo, la cantidad de quinina en la tónica disminuyó, transformando el gin tonic, de una medicina, a un cóctel popular, disfrutado por su sabor refrescante.
     El quino siguió siendo la única fuente útil de quinina hasta la segunda guerra mundial cuando se intensificaron los esfuerzos para lograr su síntesis. Los químicos americanos R.B. Woodward y W.E. Doergin lograron sintetizarla en 1944. Desde entonces, se han conseguido otras síntesis totales más eficaces, pero ninguna de ellas puede competir a nivel económico con las técnicas de aislamiento y purificación del alcaloide a partir de fuentes naturales, lo que ha llevado a la planta a estar en peligro de extinción. Hoy en día, la Cinchona officinalis está amenazada no sólo por la sobreexplotación histórica sino también por los métodos de extracción de corteza que a menudo matan a los árboles.

Información:
https://es.wikipedia.org/wiki/Escudo_del_Per%C3%BA
https://es.wikipedia.org/wiki/Corteza_de_quina
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_malaria
https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%B3nica_(bebida)
https://es.wikipedia.org/wiki/Quinina#:~:text=La%20quinina%20o%20chinchona%2C%20C,por%20esta%20sustancia%20produce%20cinconismo.&text=(25%20%E2%84%83%20y%201%20atm,la%20adulteraci%C3%B3n%20de%20la%20hero%C3%ADna.

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05 diciembre 2025

Los Royal Oaks, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
The Royal Oak
 
El Royal Oak era el roble inglés en el que se escondió el futuro rey Carlos II de Inglaterra para escapar de los soldados de Oliver Cromwell tras la batalla de Worcester, en 1651, durante la guerra civil inglesa. En esta huída tubo de esconderse de sus perseguidores en el roble. Carlos II hizo un viaje a pie de algo más de 1.000 km hasta conseguir escapar del país (a donde regresaría ya como rey en 1660), y fue ayudado por los hermanos Penderels (estos recibieron una asignación anual, que aún se paga en la actualidad) y el coronel Careless. A ambos se les concedió un escudo de armas, representado por un roble y tres coronas reales, diferenciadas sólo por el color.
    Carlos le dijo a Samuel Pepys en 1680 que mientras estaba escondido en el árbol, un soldado parlamentario pasó directamente debajo de él. (Samuel Pepys fue secretario del Almirantazgo inglés y su diario es una combinación de revelación personal y relatos de testigos presenciales de los grandes eventos de su época). 
     La historia se hizo popular después de la restauración monárquica y se recuerda cada año en las tradiciones inglesas del Royal Oak Day el 29 de mayo, día que, durante muchos años, fue festivo nacional. Actualmente sigue siendo festivo en varias localidades.
     El Royal Oak original ya no existe, era un árbol trasmocho de edad desconocida, que crecía en el bosque próximo a la casa Boscobel. Al parecer fue destruido durante los siglos XVII y XVIII por turistas que cortaron ramas y trozos como recuerdo. En la actualidad otro árbol recibe ese nombre, del que se cree que es un descendiente del original de doscientos o trescientos años.
     Se le conoce como 'Hijo de Royal Oak'. En 2000, este hijo del Royal Oak resultó gravemente herido durante una violenta tormenta y perdió muchas ramas. En septiembre de 2010, se descubrió que tenía grandes y peligrosas grietas. Desde 2011 está rodeado por una valla perimetral exterior para garantizar la seguridad de los visitantes. El campo en el que se encuentra el árbol es propiedad privada, pero se permite el acceso del público a lo largo de un camino desde el jardín de la casa. Tres descendientes de tercera generación del Royal Oak se han plantado ceremonialmente cerca: uno en 1897, para celebrar el aniversario de la Reina Victoria, otro en 1951, para celebrar el tricentenario de la fuga de Carlos II y un tercero en 2001 por el príncipe Carlos de Inglaterra. Además de estos, cada año se venden numerosos plantones en la tienda de la casa Boscobel, todos ellos con certificado de ser nacidos de bellotas del “hijo del Roble Real”. 
    Este árbol tiene tal importancia en la historia británica que multitud de lugares y cosas (escuelas, estaciones, empresas, relojes, etc.) han recibido el nombre de “Royal Oak”. Por ejemplo, The Royal Oak es el tercer nombre más común entre los pubs de Gran Bretaña y han existido hasta ocho buques de guerra de la Marina Real llamados ”Royal Oak”.
 
 
 
         Pero también existe otro roble llamado “Royal Oak” o roble de Meavy, situado en el pueblo de ese nombre en el condado de Devon, del que se conoce su existencia documentada al menos desde el reinado del rey Juan (1166-1216). También la leyenda supone que en él se escondió el rey Carlos, aunque no está cerca del teatro de los sucesos de 1651 (con las leyendas uno nunca sabe cuánto hay de cierto). Se sabe que su tronco hueco sirvió como tienda de turba. El anticuario, sacerdote y folclorista Sabine Baring-Gould (1834-1924) dejó anotado que el árbol era antiguamente un árbol sagrado y que la cruz del pueblo fue colocada a su sombra para consagrarlo y poner fin a los ritos supersticiosos. Este árbol es la pieza central de la Feria anual del Roble de Meavy, que se celebra el tercer sábado de junio. Una revisión del mismo en 2019 reveló que el árbol se encuentra en una "etapa muy avanzada de declive", con el tronco decaído luchando por soportar el peso de las ramas. Parece, pues, que el roble está en sus años de crepúsculo.
(Mi agradecimiento a Chris Burridge-Barney, por sus fotos y notas del roble de Meavy)

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